Vivo ocupando un lugarcito en los demás, ese huequito que les queda vacío. Funciona así: lo veo, me inunda la angustia y me viene la necesidad de ocuparlo. Algún vacío, yo lo ocupo. Algún problema, yo lo tapo, estoy para eso. Es que se esta tan cómodo en los agujeritos. Un poco apretado por ahí. Pero mejor que afuera, que te cagás de frío. Por lo menos acá se puede estar al abrigo del viento que sopla y que por ahí te tira para cualquier lado y te deja sin nada. Hay que reconocerlo, en este lugarcito se está bien. ¿Que voy a hacer de mi vida sino? ¿Jugar? ¿Cantar? Que aburrido. Prefiero ocupar espacios y sentirme lleno aunque sea por un momento. Lo que sí, es que se me entumecen un poco los músculos. Como si ya casi ni funcionaran. Yo que corría con mucha fuerza, ahora veo mis piernas flaquitas, yo que comía tanto, ahora todo me da nauseas, yo que me reía tanto y ahora ni tengo dientes. Me gustaría sentir el frío de afuera, por un ratito aunque sea. Saco una pata. Saco la otra. Saco el resto del cuerpo. Hace frío. En cualquier momento viene el viento y yo no tengo abrigo. Miro el huequito con nostalgia. Pero se que ahora mis piernas se estan estirando un poco, y me doy que puedo saltar o hacer un pozo si se me da la gana. Nada mal, ¿no? ¿Pero para donde camino? No puedo estar haciendo pozos toda vi mida, no puedo estar saltando como un idiota. Eso es recreación, simplemente ocio, y no te llena ni te da para comer. Nadie te va a venir a felicitar porque haces un pozo. Nadie te va a dar un abrazo porque saltaste muy alto. ¿O no? En el huequito la sensación era de un abrazo apretado, de esos que son eternos y no sueltan nunca. Y mimos, mimos y mimos, junto con algún que otro beso en la mejilla que trato de limpiarme. Pero sé que no puedo volver. Pienso en mis piernas entumecidas, pienso en el calor cuando agobia, pienso en el hueco cuando aprieta, pienso en todas estas cosas y me miro ahora solo y tirado en el medio de este lugar. Me dan ganas de llorar pero no puedo. Qué lastima que me da ser yo. Quero ser ese otro que anda por ahí con ese huecote, pero que anda tranquilo, sin preocuparse demasiado, como demuestra con su sonrisa. Me acerco a él y me meto en su hueco a ver si vuelvo a sonreir y aprendo a dejar de preocuparme. No me siento cómodo del todo. Amoldado al hueco anterior, seguramente sea cuestión de aguantar un poco y esperar a que se adapte a mi o yo me adapte al hueco, las dos cosas estarían bien. Duele pero yo me concentro y respiro, respiro, respiro, respiro. Poco a poco van cediendo las paredes del hueco. Poco a poco también cede mi columna. Vuelve la comodidad. Mi piel se empieza a arrugar. La mente me juega malas pasadas. Me duele algo que sale de adentro. Me quiero ir de acá, quiero correr y sentir el frío de nuevo. ¿Le molestará? Despacito salgo, tratando de que nadie se entere. De vuelta al frío. Escucho que el viejo hueco me llama y me pide que vuelva. Pero no lo voy a hacer. Me quedo parado, escuchando el silencio. Ahí, solo, siento todos los vacíos del mundo, mi vacío. Me rompo en cuatro pedazos. En el medio hay viento y mi corazón sale volando.
sábado, junio 28
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1 comentario:
Gracias por ser partícipe en mi 100° post
Te ganaste mi premio aniversario, disponible para recogerlo desde el link:
CENTES1M00 POST
Sería un halago que lo hicieras...
Salu100
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